WALL-E Y EVA: UNA HISTORIA DE AMOR ENTRE MÁQUINAS

Habiendo logrado desde hace ya unos cuantos años la más absoluta perfección técnica, la compañía de animación por ordenador, Pixar, intenta con cada nuevo proyecto que afronta un mayor acercamiento a lo más añejo del séptimo arte, a la esencia del cine clásico como vehículo de emociones.
Su última producción, “Wall-E”, anda muy cerca de dar con la tecla exacta en este sentido, bebiendo (y referenciando) de fuentes que van desde Chaplin hasta “Blade Runner” pasando por “E.T”, pero sobre todo, consiguiendo ser, en si misma, un genuino motor de sensaciones como si de una buena cinta romántica en blanco y negro se tratase.
“Wall-E” destaca por unir en una sola película la altísima y vivaz creatividad visual de Pixar, que eleva al cubo la ofrecida por la excepcional “Monstruos S.A”, con la ternura de un robot torpón pero afectuoso de constantes chaplinescas, en una cruzada por querer y ser querido donde escasea el dialogo y se impone el gesto. Cine mudo hecho por ordenador.
El menudo Wall-E, icono instantáneo del cine moderno, es una especie de Robert Neville de la robótica. Único superviviente en una Tierra futura, desolada y llena de basura, dedica sus días a coleccionar objetos que nos son familiares (nueva aparición del cubo de Rubick en el cine reciente) o a revisar una y otra vez un número musical de Michael Crawford en “Hello Dolly!”. La inesperada irrupción de EVA, una maquina espacial de misión en la Tierra, cambiará la existencia de Wall-E y el devenir de la película, que de comedia silenciosa e ingeniosa mutará a una historia de amor sincero, de entrega y lucha contra la soledad de la existencia. Un romance de lo más humano para tratarse de maquinas con tuercas.
Tras un primer tramo de metraje absolutamente avasallador que nos deja sin habla pero con la boca abierta, “Wall-E” se convierte en una aventura “made in Pixar” (y muy propia de su director Andrew Stanton) de corte futurista, ecologista y romántico, con homenajes a “Star Wars” o a “2001, una odisea del espacio”, yendo con respecto a esta última, más allá del simple homenaje o referencia, en lo que puede ser el punto en donde decaiga (levemente, eso si) el elevado nivel de originalidad seguido en toda la cinta.
Que la lectura sea que con el cuidado una única planta se puede salvar el mundo, me parece la mejor y más clara misiva que se le puede lanzar a un niño (y también al espectador que no lo es) para que este pueda combatir contra la contaminación y el empeoramiento del planeta. Que la otra lectura sea que el ser humano tiende hacía la alienación y la atrofia física y mental con ausencia del contacto físico en pro de los más avanzados y modernos aparatitos tecnológicos, es otra acertadísima postura por parte de Pixar.
Esta historia de amor entre Wall-E y EVA, que tiene su culmen (sublime, por cierto) en la secuencia en que EVA visualiza en su cámara las grabaciones de Wall-E, ofrece los mejores momentos de cine en lo que llevamos de año, convirtiéndose en el enésimo gran logro de Pixar, experta en regalarnos buen cine para todos los sentidos.
“Wall-E” es triste y divertida, ligera y reflexiva, antigua y moderna. Una delicia más para la nómina de películas de Pixar, que nos complica la tarea de quedarnos con solo una favorita de todas sus producciones. Desde "Toy Story" a "Wall-E", pasando por "Monstruos S.A", "Los Increíbles" o "Ratatouille". Pixar ha recogido el téstigo del cine de emociones y se ha erigido como la gran creadora del séptimo arte de este siglo.